24.9.08

de lo incesante el flujo (8)

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Tensión en lo inestable. Y, como no hay más remedio, ahí la apuesta, abrazar ese tránsito. Atravesando obstáculos, cuando se mueve sin saber adónde va, por lo inesperado, el poema piensa mejor.

Que tiene alas, que flota, deriva.
No coherente, sino compacto y dúctil.
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Al fin y al cabo, la poesía siempre fue un exceso, hablar para decir nada. Como en el incasable recordatorio de Eduardo Milán: Farey un vers de dreyt nien (Guilhem d’Aquitania). O de John Cage: “No tengo nada que decir / y estoy diciéndolo / y eso es poesía / tal como la necesito”. Ese exceso alimenta estos días, se come páginas, crece de moleskine a documentos word que, a su vez, posibilitan el placer, una y otra vez diferido (más placer ahí), de expurgar y buscar agrupaciones parciales (provisionales) en forma de libro. Una nueva vigilancia.

Y sin temas, sin fijeza, entre altibajos: la fantasía, también ahí, de una escritura infinita. El poema fisiológico, naturaleza, incesante. De a diario, a mansalva, a manos llenas. Ya vendrán luego tamices. Eso incesante: toca lo que no llega a ser.

Cada vez más ir hacia un no saber de la escritura, querer ese no saber escribir, que es despojarse o tal vez vestirse en exceso, impropio. No sé si un sacrificio o mera inconsciencia; pero, según lo ven estas limitaciones, no queda otra.

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