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se trata de una capilla románica, una de las salas de los Cloisters recientemente visitados. De lo alto de las paredes encaladas cuelgan objetos incomprensibles. Uno de ellos se asemeja a una puerta apaisada (hay otras posibilidades pero de aire alemán: el ala que cobijó al ángel de Wenders o una de las gigantescas de Kiefer –la intuición, sin embargo, insiste en que se trata de una puerta). Sucede que una voz comienza a comentar la obra. Ese timbre, cierta cadencia engolada... hasta que caigo en ello, nada menos que el poeta Alfajor flotando en la vanagloria: «Esta pieza perteneció a mi familia, era una de las puertas de nuestro palacio». Quiere mi malicia aguzar los ojos para invocar la metamorfosis: la madera venerable parece transformarse ya en una superficie metálica que (paulatina, indudablemente) cobra brillo hasta concluir en la puerta frontal (sic) de un Thunderbird rojo último modelo. A ver si el vate reclama también su propiedad
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19.11.07
carnets de lo soñado (2)
posted by Marcos Canteli at 14:12
Labels: Anselm Kiefer, carnets de lo soñado, Win Wenders
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2 comments:
vaya giro :) la trasformación, que se dice ahora
todo es cambio, txe. Gracias por asomarte.
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