30.9.08

carece de acústica

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carece de acústica lo que te digo
deshecho de amor no hay nieve si no vale la nieve

qué nos impresiona qué deterioro de pájaros
traigo en la cabeza

la piel termómetro de dios la convulsión los haces
los hemisferios quién los trenza

cómo con qué ánimo

los lugares comunes que comemos
estas láminas mal planteadas la apacentada placenta
ya no me ajunta
sólo sus tajos

se puede poder y en ese mismo aliento encontrar sombrío

amo la diferencia si no la soporto

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25.9.08

bienvenido: *oído en tierra* de Víctor M. Díez

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[merece la pena pinchar en la imagen]

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de lo incesante el flujo (y 9)

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“Algunas de mis canciones son como acuarios: aparecen cosas detrás de otras cosas, todo se mueve. Realmente buscas capturar algo vivo. Y las canciones están vivas.” [Tom Waits, de una entrevista en Mojo, mayo 2007]

De Rauschenberg: trabajar “en el espacio entre el arte y la vida”. Una poesía de intersecciones: amalgama y biografía, combine.

Salirse de madre. Ejercer levedad.

“La poesía no resiste la escritura” [José Lezama Lima, “El reino de la imagen”]

Que el poema fuera convocatoria de lo disperso: reunión, enjambre, y ahora catálogo de incesantes.

Eso incesante, lo que incesantemente aparece y desaparece: roturas del agua, nidos del ojo, astillas musicales de un (otro) sentido.

De nuevo Westphalen: “¿a qué sirve el lenguaje si no insinúa (invoca) lo imposible?” [en Bajo las zarpas de la quimera]

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Y así, ir más allá (sin trascender): a ese hueco de estar intensamente aquí.

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24.9.08

de lo incesante el flujo (8)

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Tensión en lo inestable. Y, como no hay más remedio, ahí la apuesta, abrazar ese tránsito. Atravesando obstáculos, cuando se mueve sin saber adónde va, por lo inesperado, el poema piensa mejor.

Que tiene alas, que flota, deriva.
No coherente, sino compacto y dúctil.
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Al fin y al cabo, la poesía siempre fue un exceso, hablar para decir nada. Como en el incasable recordatorio de Eduardo Milán: Farey un vers de dreyt nien (Guilhem d’Aquitania). O de John Cage: “No tengo nada que decir / y estoy diciéndolo / y eso es poesía / tal como la necesito”. Ese exceso alimenta estos días, se come páginas, crece de moleskine a documentos word que, a su vez, posibilitan el placer, una y otra vez diferido (más placer ahí), de expurgar y buscar agrupaciones parciales (provisionales) en forma de libro. Una nueva vigilancia.

Y sin temas, sin fijeza, entre altibajos: la fantasía, también ahí, de una escritura infinita. El poema fisiológico, naturaleza, incesante. De a diario, a mansalva, a manos llenas. Ya vendrán luego tamices. Eso incesante: toca lo que no llega a ser.

Cada vez más ir hacia un no saber de la escritura, querer ese no saber escribir, que es despojarse o tal vez vestirse en exceso, impropio. No sé si un sacrificio o mera inconsciencia; pero, según lo ven estas limitaciones, no queda otra.

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23.9.08

de lo incesante el flujo (7)

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Últimamente percibo como una lógica internauta que parece dominar el montaje, un rechazo de la fijeza, una tendencia a la dispersión, a los saltos, etc. Cada tesela abre una ventana, cada ventana enlaza con otra, y ésa con otra.
Miedo y placer del laberinto. Un laberinto de encuentros.

Encuentros otros para aprender fomas de libertad: Rojas, Milán, Viel Temperley, Kozer, Moro, Deniz, Martínez Rivas, Eielson, Gelman, Westphalen, etc.

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Acumulación, recorte, montaje: al pensar en esas tres fases de la escritura de un poema advierto un cambio entre a la escritura de hace unos años y la de ahora: antes, las tres fases ocurrían de forma prácticamente simultánea. Una vibración de memoria o mirada (acumulación) manifestándose como materialidad susceptible de ser perfilada (recorte) o desplazada (montaje), todo en un lapso breve y físico. Eso, al margen del tiempo previo de atención, del llamado, la voluntad del poema (de duración variable: desde lo instantáneo a una búsqueda más o menos demorada en días).
Ahora, en cambio, la fase acumulativa se desliga visiblemente de las otras dos: está el cuaderno donde a lo largo de un día, de dos, voy recogiendo materiales oídos, leídos, pensados, etc. Todo sin hilo, todo voluntariamente disperso, guiado únicamente por el capricho, el gusto personal o la sorpresa. Lleno una página o página y media, y luego cambio de medio: copio todo ese material de forma seguida, sin pausas, en el ordenador, y ahí paso a recortar y montar hasta que el poema (si hay suerte) aparece. Ya no sé qué va a decir el poema, voy sabiéndolo a medida que lo manipulo y aparecen relaciones de intensidad, inesperados sentidos. Palpando palabras, masajeándolas hasta descubrir texturas, brillos, simetrías; un flujo de música. Trabajo el fragmento, la tesela individual (esa figura) que entra en diálogo con las otras. A veces ese diálogo habla de su imposibilidad (semántica / musical), a veces de una atracción ineludible. Aparecen patrones, recursividades que acepto o llevo a su contrario; mirada y memoria surgen en chispazos que hablan con lo otro y libran peso; aparece el espejo del acto mismo de escritura; aparece en ocasiones una memoria proyectiva. Circulan elipsis que me van tocando. Eso (una extrañeza reconocida, reconociéndome, en reconocimiento) que ya no sé, tira de mí.

A menudo pienso que esta forma de trabajar podría esperarse antes de un artista plástico que de un poeta. No en vano, cuando leo a Motherwell, a Beuys, a Rauschenberg, a Hesse, a Richter, a Marden, a Twombly, a Viola, a Kapoor, etc. siento sus problemas más cercanos que los de muchos poetas (y, al menos, tanto como los de los poetas que más me interesan).

Gerhard Richter, en una anotación del 28 de febrero de 1985: “Dejar que una cosa venga, en vez de crearla –sin afirmaciones, construcciones, invenciones, ideologías—para tener acceso a todo lo que es genuino, más rico y vivo: eso que está más allá de mi entendimiento” [en The Daily Practice of Painting].

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22.9.08

de lo incesante el flujo (6)

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“En verdad amigos míos,”—decía Zaratustra—“yo camino entre los hombres como entre fragmentos y miembros de hombres”.
Ahora: fragmentos y miembros de poemas, ¿se murió el poema?

--------------------------------------------------------------------------------Un flujo.

Sabemos que ya no se puede andar buscando la palabra: no es profesión lo que viene. Pero tampoco cesa.

-------------------Un flujo.

De Cacciari: “La palabra puede únicamente obtener alguna claridad en cuanto que renuncia al mismo tiempo a revelar la claridad absoluta. La palabra sólo logra hacerse clara cuando ha comprendido finalmente que jamás podrá ser adecuada perfectamente a dicha claridad. Despidiéndose de ese ‘paraíso’, la palabra al fin deviene clara; sólo ‘precipitándose’ en su inopia, en su inopia magna, en su impotencia por alcanzar la claridad, la verdadera” [en La soledad acogedora].

Interrumpir, para ganar un flujo.

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Sobre la querencia del cuaderno: para que el poema no se olvide del todo de la mano.

Entre lenguas: ahora, problemas con las preposiciones o con los artículos o con esquemas básicos de sintaxis—para qué esconderlos, de ahí podrían partir también caminos.

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20.9.08

de lo incesante el flujo (5)

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El poema interrumpe el mundo, desvela. De ahí su dimensión crítica: la detención posibilita una contemplación. No hay poema que no sea poema crítico, Mallarmé o Brecht, da lo mismo. Hablo de resistencia, de un espacio de tensión: tensión de un (otro) flujo. Algo irrepetible sucede, sale al cruce, estorba el camino que acostumbramos a pensar despejado, hay algo muy otro ahí. Otro, y del lenguaje. Eso, que ocurre con todo poema, en el poema hermético se acentúa: cuanto mayor el estorbo, más se aguzan los sentidos.

Una vez más: temas no son poemas. Lo que hace que un poema sea crítico no es su tema (porque, propiamente, no lo hay: el tema del poema está siempre en exceso, y tematizar equivale a eliminar lo excesivo, fijar, contener, simplificar), sino su manera de cuestionar lo dado.

Abre (es crítico) los ojos, recibe, el poema.

Pero cuidado: “Cuando vemos la luna, sabemos que eso es la luna, y con eso basta. Esos que proceden a analizar la experiencia e intentan establecer una teoría del conocimiento no son estudiantes del Zen. Dejan de serlo, aunque antes lo fueran, en el momento en que se comportan como analistas. El Zen siempre defiende la experiencia como tal y se niega a comprometerse con ningún tipo de sistema filosófico” [Daisetz T. Suzuki en Zen and Japanese Culture]. Lo que Suzuki dice del Zen bien podría aplicarse a lo poético. Un interrumpir que consiste, antes que nada, en un estar. Su posibilidad teórica reside en la contemplación, no en una interpretación, ni una apropiación. Pero una contemplación inmersa, sin distancia, primera.

No hay más que esto: En la campana, / ahí duerme en su sueño / la mariposa [Buson]

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18.9.08

de lo incesante el flujo (4)

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Un frotamiento, una tensión de palabras, parpadeando aquí y allí, intermitencias de la escritura. Puntos de calor (de otro sitio, me viene aquí la simultaneidad térmica, física, escultórica, de materias como la grasa o el fieltro, recurrentes en Beuys, por ejemplo). Nada es abstracto en ese lenguaje que nada traduce.

*

Que el poema, por más hermético que se quiera, abre siempre. [cf. Vallejo, Celan]

Los poemas a los que vuelvo una y otra vez tienen esa cualidad de cerrar algo y simultáneamente abrirlo. Hay algo atesorado, imantándome, llamándome. Un hueco que no se llena, por más que a él se acuda.
Por un placer infantil de la repetición (Borges), esa música. La tensión de un deseo ante la inminencia: que no se acabe la canción, que siga sonando. Ese lenguaje ya no es lenguaje: es lengua que habla (de nuevo). Habla con cara, la lengua, y cada vez distinta. Es incesante lo que no se agota.

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17.9.08

de lo incesante el flujo (3)

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Me dices: lengua privada, y más bien pienso en el poema como territorio de intimidad. Hoy que se habla de una indiferencia entre lo público y lo privado, hay una invitación ahí: no a volver público lo privado, sino a entrar en lo privado como forma de intimidad. Uno a uno, cara a cara, frente a frente. Una invitación a que entres tú y entre el otro. O la otra. Pero no los otros; sólo se puede entrar de uno en uno, sólo así se puede conversar.
Me dices: idiolecto radical, y ojalá llegue a ser lo suficientemente radical. Y que su raíz sea de aquéllas que pedía JRJ: pero que las alas arraiguen / y las raíces vuelen.
Resumiéndolo con una obviedad: no habla la lengua, habla el habla. Y el habla de un poema habla de raíz.

[Envío para L. M.]


Palabras privadas, anclajes o fetiches de esa intimidad.
Por más que lo privado (¿lo interior?) se quiere cada vez más poroso. Ahí empieza a notarse, supongo, la vida en tránsito, la imbricación de una esquizofrenia de lugares e incertidumbres, también de tiempos. No poder abrazar sin traducir (excepto la siempre compañía). Y todo traductor sabe que una traducción es imposible.

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10.9.08

de lo incesante el flujo (2)

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¿Y quién habla en estos poemas? ¿por qué dicen lo que dicen? Empiezo a leerlos como si fueran los poemas de otro (Je suis...); lo que me guía es, principalmente, una (cada vez más afianzada) relación intuitiva con la extrañeza: aquello que extraña al desprender un sentido que se resiste es lo que queda.

Desprender un sentido, tener sentido: en plural.

De eso impropio de lo propio hay una lección inolvidable en la poesía de José-Miguel Ullán: “voz tatuada de nada más que voz”, escucha.

Aún vigente aquella definición de la poesía de Valéry: ese “discurso extraño, como si hubiera sido hecho por otro que no fuera el hablante y estuviera dirigido a otro que no fuera el que escucha. En definitiva: una lengua dentro de la lengua”.

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9.9.08

de lo incesante el flujo [poética, biografía, taller, etc.] (1)

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Como preámbulo, convendría retener estas palabras de Emilio Adolfo Westphalen: “Aceptado que el poema—todo poema auténtico—es imprevisible e irrepetible—nada es más dañino para adecuarse a la disponibilidad creadora que cualquier preocupación por adoptar preceptos o poéticas—incluso una poética ideada por el mismo autor”.

*

Y la poética, como los poemas, en marcha: teselas al vuelo.
Los poemas son imán.
---------------------------Tesela y tésera. Fragmento y contraseña.

No ya un espejo, sino un lugar (mutante, de mutación). No ya un lugar, como mucho un agua (o un aire). O una energía.


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5.9.08

vas segando el azafrán del corazón

--------------------------------------------------------[Faik Hussein]


es un pasaje el paisaje (camino a casa diariamente comemos
almendras, contra el crujir de lo crudo las comemos, nos lo
comemos), la córnea cámara (nosotros mismos, ergonomía
entre el furor y la retracción) [] veladura de añil [] filtra ictus,
arroja asombro



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