EN LA RAÍZ DE LA ESCRITURA
Una ENTREVISTA con ILDEFONSO RODRÍGUEZ
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"León todavía sigue siendo una ciudad con una tradición de cultura activa, mezclada, rica y enérgica: es decir, contemporánea, viva (rock and roll y músicas improvisadas, por señalar algo de lo que hablo). Que está siendo progresivamente condenada al underground, al ocultamiento, a la extinción, mientras prosperan de nuevo los Grandes Retablos".
(I. R.)
de próximos y de lejanos"
Ildefonso Rodríguez publica ‘Escondido y visible’, su poesía entre 1971 y 2006. El libro —editado por Dilema—, se presentó el jueves, 12 de marzo, en la Biblioteca Pública de León, y el viernes, 13 de marzo, en la Fundación Segundo y Santiago Montes de Valladolid. En ambas ocasiones, el músico y poeta leonés estuvo arropado por el crítico y poeta Antonio Ortega, autor del prólogo del libro, y por el poeta amigo Víctor M. Díez.
¿Llega un momento, una edad, de reunir la obra completa? ¿Cómo surge este libro?
Hace algún tiempo recibí una carta del escritor Leopoldo Alas, desaparecido, por desgracia, el verano pasado. En ella me invitaba a participar en su proyecto de una nueva colección de poesía, Ocnos-Alas, que reuniese la obra de ciertos compañeros y compañeras de mi generación, considerando que merecía la pena reeditar todos sus libros, como ya había sucedido con otros más nombrados o “famosos”. Yo acepté y me puse a trabajar con calma, en la idea de no hacer una reunión mecánica y cronológica de los libros publicados, sino intentar un nuevo libro, que aspirase a cierta unidad, algo así como contar una historia en varios capítulos. Eso era lo que realmente me atraía del asunto. Obra, material, había más que suficiente, tal vez mi mayor problema fuera restar, dar con los límites. Trabajé en ese sentido, un poco en los intersticios de los libros publicados, con algunos poemas inéditos, o bien dispersos por revistas, incluso con algún texto que en origen no tuvo intención de verse allí reunido.
El conjunto que ahora aparece con este título, ‘Escondido y visible’, ha terminado por parecerme un libro nuevo, un tanto desmesurado, pero nuevo. Es obra reunida (no completa: aún sigo escribiendo y espero seguir haciéndolo), pero tiene un valor añadido, de haber yo conseguido el fin que me propuse.
Retomas además un título que ya empleaste en un libro conjunto, con el pintor Esteban Tranche, en el año 2000, y que apenas tuvo difusión (el Ayuntamiento, que lo editó, apenas lo distribuyó). ¿Por algo en especial?
Aquél fue un libro importante para mí, pues con él cerraba un ciclo de escritura, emparentado con ‘Son del sueño’ y las ‘Coplas del amo’; prosas que investigaban la frontera entre la vigilia y la noche. El libro se editó con esmero y vino a ser un pequeño objeto de arte, gracias a la serie de grabados de Esteban Tranche. Pero la buena gestión del editor, Javier García Prieto, entonces concejal de cultura del Ayuntamiento, se vio frustrada por el boicot de los presuntos distribuidores, mal elegidos. Así que el libro nunca se vio en las librerías, no existió más allá de la distribución amistosa que hicimos los autores. Una pena.
Ahora vuelve aquel título para este volumen y lo elegí porque me parece representar bien lo que es no sólo mi actividad como escritor, sino una característica de la poesía misma: se esconde, pero siempre reaparece.
¿Estás de acuerdo con eso que dice Antonio Ortega: "La poesía de IR abre una vía que no puede ser otra que la de una intimidad recobrada, desvelar la vida de un sujeto en busca de su propia identidad"?
El prologuista, el crítico y amigo Antonio Ortega ha puesto el énfasis en la cuestión de la identidad. Es cierto que yo me he referido a mi trabajo como un conflicto de identidades. No a la manera de Pessoa, sus heterónimos; no es una investigación sobre el sujeto lírico, no se trata de averiguar la identidad personal (para los asuntos públicos, me conformo con lo que pone en el carnet policial y con lo que puedan decir sobre ello los que me conocen). Más bien he querido explorar eso que Octavio Paz ha llamado la otredad, el mundo de lo otro y de los otros, de las cosas vivientes y las imágenes que acaban por disolver al sujeto, al autor, en lo que alguna vez he llamado el comunismo del sueño. En ese sentido, mi poesía puede ser el relato de una intimidad contradictoria y dispersada; otra vez, escondida y visible. Para decirlo con el axioma de Rimbaud: “Yo es otro”.
Después de 35 años o más escribiendo poesía, ¿qué ha cambiado? ¿Qué es para ti la poesía? ¿Sigue siendo válida esa definición que se recoge en el prólogo, citando a Marinas y a Gamoneda: "un poema es el documento, la huella de un lugar en el que se estuvo" ; "la búsqueda de un lugar difuso en el que se estuvo y se sigue estando, en el que se vive"… al mismo tiempo que "el cuestionamiento de toda noción de lugar, de territorio, de origen"…?
Veo el volumen que alcanza mi poesía reunida y me sigue pareciendo sólo un camino, uno de los posibles. Es cierto que es un camino temporal, pero que refuta el tiempo: ahí están todos esos lugares de la memoria (de la escrita, de la imaginada, de la personal) desplegados un tanto a la manera de una visión, como dicen que se ve la propia vida en el momento de morir. Es un proceso, un camino con corazón, como decía don Juan, el brujo maestro de Castaneda. Pero sin finalidad, pues sabemos ya que todos los caminos son equivocados, lo cual no nos exime de tener que elegir siempre alguno. De ahí la paradoja: cuando se nos presentan en el mismo plano todos esos lugares de nuestra vida, no hay origen ni meta, más bien se trata de un zigzag o una espiral.
Como recuerda Antonio Ortega en el prólogo, la referencia a la música, y más en concreto al jazz y a la improvisación libre, es esencial para entender los modos de articulación y la sintaxis propias de tu escritura. Hay una lógica que es a la vez musical y verbal, una idea musical que se renueva en la "alegría de los fragmentos". ¿Cómo vives esto tú?
Yo escribía antes de aprender a tocar el saxo, antes de querer tocar jazz. Aprendí con los fraseadores surrealistas, con Cortázar. Al escribir un poema, me dejaba llevar por un flujo de imágenes y palabras, casi siempre en un tempo rápido, y me excitaban los saltos, los cortes, la madeja. Por otra parte, me atraía también la posibilidad de que el poema relatase hechos de la imaginación o de la realidad documentada, pero fragmentados, que llegasen al poema por azares que conducían a otros azares. El collage y la corriente del pensamiento. Todo conduciendo al poema como campo magnético, energía, tensiones.
Cuando pude frasear con el saxo pretendí conseguir algo semejante: unos pocos centros (melódicos) y su devanamiento progresivo. Creo que hoy, con el tiempo, soy más hábil para lograr que una pieza improvisada o un poema aspiren a tener la misma organicidad, sean cosas vivientes, en ese sentido.
¿Es muy distinto escribir un libro de poemas a escribir algo como ‘El Jazz en la boca’?
Claro, un libro como ‘El jazz en la boca’ pretende, mediante el montaje de sus casi trescientas entradas, asentar algunas creencias propias, unos tonos, un pensamiento en el territorio de la poesía y de la música. A pesar de no ser un libro discursivo, desvela a las claras sus intenciones. Un libro de poemas (los libros que a mí me gustan), incluso en el montaje final, te deja siempre en la incógnita, cualquier intento de verdad está ausente o fracasa. Así es como lo veo.
Siempre has sido una voz y una mirada críticas en tu ciudad. ¿Qué está pasando? ¿Cómo ves la política cultural? ¿Existe una política cultural?
Lamentablemente, existe una política cultural, sólo que no parece contar con la condición primera de la política: que sea pública, consensuada con los que hacen, producen la cultura en la ciudad (que no son los políticos, ni siquiera el Ministro de Cultura). Vamos a hablar de lo concreto, de lo último sucedido: un lugar que debería ser respetado con el mismo rigor que se respeta una catedral, pues forma parte de una memoria de generaciones, pues fue cine y teatro y allí tocó Art Blakey y cantó Cova Villegas y cruzó sobre nuestras cabezas levitando Lindsay Kemp y vimos a Fernando Urdiales con una mano delante y otra detrás, desnudo, como correspondía al Pobre en el Gran Teatro del Mundo; y que ese lugar que estuvo tan vivo, ahora vaya a dedicarse a músicas de museo por decisión ministerial, y hayamos visto la foto de las fuerzas vivas consagrando casi con hisopo la muerte (al menos para algunos, entre los que me cuento) del Teatro Emperador, pues eso da rabia. Sin una sola pregunta, insisto, a los que hacemos cultura contemporánea en la ciudad y somos más de uno, por fortuna; pues creo que León todavía sigue siendo una ciudad con una tradición de cultura activa, mezclada, rica y enérgica: es decir, contemporánea, viva (rock and roll y músicas improvisadas, por señalar algo de lo que hablo). Que está siendo progresivamente condenada al underground, al ocultamiento, a la extinción, mientras prosperan de nuevo los Grandes Retablos.
Has sido miembro fundador de revistas como ‘Cuadernos Leoneses de Poesía’ o ‘El Signo del Gorrión’. ¿Por qué fracasan, o se terminan, proyectos así? ¿Es que tienen su momento? ¿O es que de pronto las circunstancias se ponen en contra?
No siento que ninguna de esas revistas haya fracasado. Tuvieron su vida y fue una buena vida, larga y próspera. Pues eran revistas independientes, ajenas a cualquier institucionalización. Fueron, más ricas o más pobres, libres.
La tradición de las revistas leonesas sigue, de algún modo, viva. Sólo que yo ahora estoy metido en otras cosas. Con todo, tengo nostalgia de cuando las hacía.
Sobre los poetas de tu generación (los poetas de la revista El Signo del Gorrión, etc): ¿Hay una poética común? ¿Una política común? ¿Una ética común?
Compartimos mucho y, ante todo, compartimos el deseo irrenunciable de ser cada cual ella, él mismo. Nos diferenciamos y nos reconocemos unos en otros. Fuimos y no fuimos un grupo, no firmamos manifiestos conjuntos, pero, de considerarlo necesario, podríamos firmar uno mañana mismo. Yo siempre he creído en el fundamento colectivo de la escritura, igual que de la música. Todo es social, todo es político, en ese sentido profundo. Ninguno de los miembros del Signo del Gorrión ha pretendido nunca borrarse de los textos sin firmar que poblaban la revista, y eran de todos y de nadie. Como es la raíz misma de la escritura: una lengua común de vivos y muertos, de próximos y de lejanos. Esa ha sido, creo, nuestra poética y nuestra política.
[tomado del blog de Eloísa Otero, islakokotero]
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5 comments:
Queridísimo, que sorpresa encontrar la entrevista con fonsito aquí. Pero tienes que corregir la concordancia de los verbos de la entradilla (se presentó, se presentará...) y poner que se presentó.
Por lo demás, miles de besos desde la ciudad bimilenaria
bueno, en realidad sólo hay que quitar el "mañana" de "mañana viernes"
ojo, posible errata al encajar el tiempo de escritura "entre 1871 y 2006":
1871 quizá sea 1971.
Por lo demás, una gozada detenerme y morar aquí.
Un abrazo grande,
Víktor
corregido. Gracias a los dos,
/m
y de paso lo corrijo yo también en la entrevista de la isla de los kokos, gracias viktor!
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